Perdida en tus brazos by Lilian Darcy

Perdida en tus brazos by Lilian Darcy

autor:Lilian Darcy
La lengua: spa
Format: epub
editor: Harlequin Ibérica, una división de HarperCollins Ibérica, S.A.
publicado: 2018-10-31T12:51:56+00:00


Aunque, en realidad, Carmen pudo contar con la distracción de su hermana para no pensar demasiado en su padre y en Jack.

Kate no fue a dormir a casa el sábado por la noche, lo que implicó que Carmen y Cormack tampoco durmieran.

Carmen se encontró a su hermano en la cocina a las cuatro de la mañana, asaltando el frigorífico.

—Esto es de locos —dijo él—. Tengo treinta y un años. No debería tener que esperar levantando escuchando si viene a casa una adolescente descontrolada. No quiero estar aquí, Carmen. Y puedo asegurarte que nunca tendré hijos.

—Déjate esa puerta abierta. No digas nunca jamás. Un día puede que conozcas… —¿qué narices hacía? ¿Pensar en Jack, en ella e incluso en una familia futura cuando seguramente su relación había terminado?

Pero Cormack se mostró implacable.

—No, de eso nada. Ya lo he hecho —su rabia se convirtió bruscamente en preocupación—. ¿Crees que estará bien?

Carmen se encogió de hombros.

—Perdona, ha sido una pregunta estúpida —musitó él.

—No voy a llamar a los hospitales todavía.

—Vuelve a la cama. Déjame comer pizza fría en paz.

—¿No la vas a compartir?

—¿Quieres?

Carmen tomó un trozo en silencio y fue a comérselo en la cama.

Al día siguiente, a las diez de la mañana, Kate seguía sin dar señales de vida, y Carmen empezó a llamar a los amigos de su hermana. Pero ninguno sabía dónde estaba.

—¿Has probado a llamarla al móvil? —sugirieron todos, cosa que le daba ganas de gritar.

¡Caramba! ¡Qué buena idea! Jamás se le habría ocurrido a ella.

Porque el móvil de Kate estaba desconectado desde el día anterior a las cuatro de la tarde, y Carmen lo sabía porque la había llamado más veces de las que podía contar.

A mediodía, Cormack empezó a llamar a los hospitales y la policía de Nueva Jersey. Carmen pensó en Jack. ¿Quizá al ser policía podría ofrecerles un atajo en aquel proceso? Quizá conociera algunas bases de datos de urgencias que pudiera probar.

Pero después del modo en que lo había dejado el día anterior, no podía llamarlo sólo porque necesitaba ayuda.

—¿Está ya… —a Carmen le costaba trabajo pronunciar esa palabra— considerada desaparecida?

—La gente con la que hablo parece creer que no. Pero no sé si me quieren evitar porque tengan cosas más graves. Tiene dieciocho años. Puede votar, conducir y pagar impuestos. Seguramente estará con un chico.

—Lo dices como si eso no supusiera un peligro, teniendo en cuenta cómo son algunos de esos chicos y la nula capacidad de Kate para juzgar bien en este momento.

—Todo el mundo tiene que cometer sus propios erro…

—¡No lo digas, Cormack!

—… errores. Vaya, hoy estás muy nerviosa.

—Sí.

Esa mañana se había puesto una de sus faldas y camisetas favoritas, se había lavado el pelo, puesto música de fondo, hecho lo posible por no ceder al pánico por la ausencia de Kate ni pensar mucho en cómo había salido de casa de Jack el día anterior; pero nada de eso la había ayudado.



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